Un tema notablemente importante es analizar cómo les afectan las nuevas tecnologías a los jóvenes de hoy en día. ¿Pueden llegar a ser perjudiciales? ¿Vivimos por y para las nuevas tecnologías? Según el siguiente artículo encontrado en la Web, publicado por elpais.com este tema es preocupante.
Un respeto para la generación 'web'
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Móviles que hacen casi de todo, MP4 del tamaño de un botón; pantallas cada vez más grandes, planas, táctiles, inmensas capacidades de memoria para guardar música, películas, fotos, vídeos, todo bien almacenado y directamente comunicado con los perfiles en Tuenti, Facebook o Twitter. Los niños y adolescentes de hoy necesitan un buen número de horas al día para atender a todos sus quehaceres tecnológicos. Puede parecer preocupante, y puede llegar a serlo, pero tampoco hay que ponerse alarmistas. Mientras que no se dejen de lado el resto de actividades propias de una vida normal, hay que dejar tranquila a la generación web.
Los últimos estudios tranquilizan a los padres. El uso de las nuevas tecnologías es cada vez más frecuente, continuado y para más tareas de la vida cotidiana. Pero son pocos los que tienen problemas. La psiquiatra especializada en adicciones a las nuevas tecnologías Lourdes Estévez afirma que el uso es positivo, siempre que "no dejen de ir al cine, de salir con sus amigos o relacionarse con sus familias". Antonio Labanda, psicólogo educativo, comparte la opinión, aunque con cautela: "Estamos ante una nueva cultura de comunicación, los jóvenes lo hacen todo con las nuevas tecnologías; la tendencia es quizás a un uso algo excesivo, pero no es preocupante y no debe entenderse como una patología en sí misma".
Los resultados de un reciente estudio realizado en Burgos por un equipo vinculado a la ONG Proyecto Hombre constatan estas impresiones. A partir de 2.000 entrevistas hechas a jóvenes de entre 10 y 18 años, el informe arroja estos datos: el 94,1% de los niños de 10 a 15 años son usuarios de ordenador, el 82,2% utiliza Internet y el 65,8% dispone de teléfono móvil. La mayoría controla su uso, pero un 10% confiesa abusar de ellos, y el doble manifiesta que los usa más tiempo del que debería. Además, uno de cada 10 asegura que su comportamiento le ocasiona problemas en casa.
Las percepciones de los jóvenes son, desde luego, subjetivas, y los diferentes estudios matizan en gran medida estos porcentajes. Un informe encargado por la Comunidad de Madrid y presentado hace unos meses, en el que participó Lourdes Estévez, sitúa el uso problemático en torno al 3% (en adolescentes de 14 a 18 años). "Luego hay un porcentaje más amplio de jóvenes que hacen un uso excesivo, pero eso no significa que vayan a tener problemas", dice la psiquiatra. "En general, en los estudios las cifras bailan desde un 3% a un 15%", afirma Fernando del Río, psicólogo experto en nuevas tecnologías y coautor del estudio de Burgos.
El estudio de Burgos constata, por las opiniones de los jóvenes, que casi un tercio se encontraría mal sin el ordenador. Más apegados aún están al teléfono móvil: el 42% dice que es el aparato del que más le costaría desprenderse. Lo siguiente, de la conexión a Internet. Su visión sobre los demás aumenta ligeramente el porcentaje: el 13% cree que algunos de sus compañeros tienen problemas de abuso de nuevas tecnologías.
Los padres también pueden favorecer o dificultar estas conductas. Labanda afirma que a veces los padres se equivocan, "cuando regalan, por ejemplo, al niño de 9 o 10 años un móvil por su primera comunión están fomentando un uso incorrecto, porque a esa edad el niño no necesita teléfono móvil y difícilmente podrá hacer un uso correcto del mismo, que es hacer o recibir llamadas necesarias"; "Es difícil, pero las familias tienen una gran responsabilidad, que debe administrarse mediante control pero con confianza; yo conozco a padres que se llevan el cable de Internet cuando salen de casa", explica Labanda.
Pilar González, trabajadora social de la Asociación Sevillana de Jugadores de Azar (Asejer), lleva seis años trabajando con las nuevas adicciones y constata que los padres se sienten a veces "ignorantes al lado de los hijos, incapaces de involucrarse en lo que hacen y, por lo tanto, muchas veces confiados de que están estudiando o haciendo sus deberes", si los niños no explican en qué se ocupan.
No existe un perfil de jóvenes enganchados a las nuevas tecnologías. Estévez dice, no obstante, que hay algunos rasgos que suelen coincidir en la mayoría de ellos: impulsividad, búsqueda continua de la novedad, baja autoestima y pocas habilidades sociales. Las mismas características que se dan en todas las adicciones. Es por ello que, según apuntan los expertos, más que perfil de adicto a las nuevas tecnologías lo hay de persona propensa a sufrir adicciones.
La principal conclusión de los autores del estudio de Burgos va en una dirección: es vital fomentar la prevención, no sólo para evitar el riesgo de abusar de las nuevas tecnologías, sino porque prevenir en este campo será una herramienta válida para luchar contra la caída en otras adicciones. Del Río afirma que la gran cantidad de pacientes "mixtos" (con varias adicciones) les hizo reflexionar. "Pocos jóvenes son adictos puros", explica, "es más fácil encontrar a un adolescente que consuma grandes cantidades de alcohol los fines de semana, y que abuse de los videojuegos entre semana".
En esto último coincide González. "Muchos de los pacientes que hemos tenido, incluso los menores, tenían otras adicciones como el tabaco o el hachís; esto es una tónica con los jugadores, que suelen compaginar alcoholismo y ludopatía". La terapeuta hace hincapié en la utilidad de la prevención de las nuevas tecnologías también para otras adicciones, y constata que esto es vital cuando alguien comienza a recibir terapia. "Algunos de nuestros chavales empezaban a dejar el móvil o Internet y se volcaban con el tabaco, hay que fomentar el consumo responsable en todos los sentidos".
El "paciente mixto" es un concepto que se da en todas las adicciones: el alcohol, las máquinas tragaperras o la cocaína pueden alternarse perfectamente en la misma persona adicta. "Las adicciones se solapan, tanto en adolescentes como en adultos, porque tienen más que ver con una personalidad, con rasgos de impulsividad, por ejemplo, que al propio objeto de la adicción", corrobora Estévez. La cuestión es, según cree ahora Fernando Pérez del Río, comprobar hasta qué punto unas adicciones fomentan otras y así, encontrar un filón para evitar otras conductas adictivas a largo plazo.
Fernando Lara, catedrático de la Universidad de Burgos y otro de los autores del estudio, afirma que "es difícil definir la frontera entre uso, abuso y adicción; los jóvenes están en contacto permanente con estas patologías, pero es necesario limitar los conceptos. En algunos casos se dan adicciones que son adaptativas, es decir, que no son malas e incluso vienen bien para adaptarse o avanzar". Ésta es una de las principales diferencias entre la adicción a las nuevas tecnologías y otras adicciones. Las terapias no buscan la eliminación de la conducta, ya que en sí es positiva, sino su uso responsable. Es decir, la concienciación en un uso responsable.
La sociedad también ha puesto su granito de arena en esta especie de confusión entre uso y abuso. Se ha popularizado el término adicción o estar enganchado. "Ha habido un cambio cultural en el concepto de adicción, sobre todo en cuanto a objetos que atañen a la mirada o a la voz", afirma Andrés Borderías, especialista en psicoanálisis. El catálogo de adicciones se ha multiplicado y se ha generalizado una cultura de "dejarse llevar" que puede conducir a los jóvenes al riesgo, explica.
Uno de los grandes peligros de este problema es que suele pasar inadvertido. Al no ir asociada a ninguna sustancia, la adicción es "silenciosa", afirma Del Río. "Sus problemas son ajenos a enfermedades víricas o actuaciones judiciales. Apenas hacen preguntas y, en muchos casos, sólo quieren que les dejen en paz", afirma en un libro que publicará próximamente. "Este tipo de persona no robará ni creará ninguna alarma social, no siendo la suya una conducta tan autodestructiva como se suele dar en los drogadictos".
Los efectos que pueden producir en el entorno familiar del adolescente son, en cierta medida, paradójicos. En algunos casos, los padres pueden mostrarse preocupados, preguntar al hijo o tratar de llevarle a un especialista. Por otro, y aquí está la contradicción, a veces se da una cierta dejadez. Estévez afirma que, en ocasiones, es difícil para los padres identificar el problema, ya que piensan que es positivo que su hijo esté en casa. "Mira mi niño qué bien se porta todo el día metido en su cuarto sin beber o fumar", pueden decir. "Pues eso es más bien lo preocupante", replica la psiquiatra.
Es difícil acotar el problema, y difícil resulta también por ahora desarrollar y estructurar programas de intervención para estas adicciones, opina Del Río. Por ello y por la pequeña cantidad de casos, la mayoría de las veces, sobre todo en ciudades pequeñas, son las asociaciones de ayuda a los jugadores de azar las que atienden a los adictos a las nuevas tecnologías. José Alfonso Pérez, presidente de la Asociación Sevillana de Jugadores en Rehabilitación (Asejer), afirma que han atendido a una veintena de adictos a las nuevas tecnologías desde 2005, todos varones. "No es tanto que no haya mujeres como que a ellas les da más miedo afrontar el problema y acudir a terapia".
Lourdes Estévez cree que, pese a que es pronto para establecer los efectos de estas tecnologías a largo plazo, EE UU lleva 13 años investigando estas adicciones y no se han constatado problemas que puedan considerarse, a medio plazo, consecuencia de un uso continuado de las nuevas tecnologías. "Que tu hijo esté el día colgado entre el MP3, el ordenador o la cámara de fotos no es razón por sí misma para preocuparse", concluye.
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